En Entrehuellas, guiamos al binomio humano-perro para que ambos puedan disfrutar de una magnífica vida juntos. Un perro adiestrado correctamente es un miembro más de la familia, capaz de ser partícipe de la vida social en el hogar y fuera a cambio de atención y cariño.
Trabajamos para realizar unas sesiones personalizadas en función del perro y sus capacidades y de la persona y sus necesidades. Concebimos el trabajo y esfuerzo diario como la clave para que este binomio consiga sus metas. Partimos de la base de que todos los perros pueden aprender, unos más rápido que otros, pero al final lo consiguen todos. Con la correcta estimulación y aprendizaje podremos lograr caminar junto a nuestro perro sin tirar de la correa, que acuda a la llamada o que se quede quieto en algún lugar entre otras cosas.
Evaluamos, diagnosticamos y planificamos cada caso, personalizando nuestra actuación adaptándonos a las necesidades de las personas y de los perros. Nuestro objetivo es mejorar la calidad de vida de las personas que tienen perro, ayudándoles en su educación y resolución de problemas como puede ser tener un perro miedoso, con ansiedad por separación, reactivo, agresivo…como cada perro es un mundo, todas nuestras sesiones conllevan una actuación individual y específica.
Colaboramos con varias protectoras y conocemos de cerca a varios criadores de diferentes razas de perros, por lo que, si estás pensando en adquirir un nuevo o primer perro, ofrecemos asesoramiento previo a la adquisición, ya que consideramos fundamental saber qué clase de perro queremos, por qué queremos el perro y si dispongo de tiempo para satisfacer sus necesidades.
A continuación, os mostramos unos aspectos que consideramos importantes a la hora de trabajar la educación y la obediencia de nuestros perros. Un tema muy importante es la comunicación, nada tiene que ver la manera de comunicarnos que tenemos las personas con la de los perros. La comunicación primaria humana es verbal, dejando la no verbal de manera secundaria, sin embargo, con los perros pasa a la comunicación primaria la no verbal. A pesar de ello, somos capaces de entendernos estupendamente si logramos alcanzar un punto medio. Por nuestra parte debemos aprender a interpretar las señales y el lenguaje no verbal de nuestro perro, empezando a captar lo que nos está diciendo. Por otro lado, tenemos que enseñar al perro nuestro modo principal de comunicarnos, que es el lenguaje verbal, asociando las palabras o comandos que deseemos a acciones o cosas concretas.
Para nosotros la motivación es la clave de toda educación y adiestramiento, si no tenemos clara esta base nunca lograremos una correcta obediencia sin tener que forzar ni someter al perro. Es imprescindible que el perro tenga ganas de atender a nuestras instrucciones. Esto sólo lo lograremos si para él es más divertida y gratificante la atención hacia mí que hacia el entorno. En cambio, si el entorno le resulta más interesante que yo, nunca conseguiré su atención y obediencia inmediata sin tener que recurrir a sistemas negativos de fuerza con los que estamos totalmente en contra. Se trata de encontrar las bases instintivas de motivación de nuestro perro y trabajar en función de ellas.
La carga genética del perro influirá directamente sobre la motivación, lo que quiere decir que a un perro tipo setter, en el que hayamos potenciado la fase de rastro le motivarán más los olores del suelo, y a un perro seleccionado para la presa le motivará más un mordedor, una pelota o cualquier cosa que pueda ejercer la mordida. De igual manera, un perro con inseguridad o miedo genético o por falta de impronta o socialización, pondrá más peso en el instinto de defensa.
Muchos de vosotros/as habréis oído hablar del condicionamiento (aprendizaje por asociación). Tenemos dos tipos principales de condicionamiento: clásico y operante.
El primero es el aprendizaje involuntario, influye sobre todo en los estados de ánimo y signos fisiológicos involuntarios. El condicionamiento operante es el aprendizaje en el que interviene la acción del perro de manera voluntaria y consciente. Es decir, el perro aprende que sus acciones tienen una consecuencia. Las acciones que tienen una consecuencia positiva para el animal tenderán a repetirse, sin embargo, las que no obtengan respuesta o la consecuencia sea negativa tenderán a extinguirse. Hay que tener en cuenta que toda conducta aprendida que deje de ser reforzada tenderá a extinguirse. La extinción consiste en ignorar la conducta a través de la cual el perro pretende conseguir algo (como ladrar para captar mi atención, rascar la puerta para que le abra,…) y así conseguir que deje de repetirse.
Esta técnica da unos resultados óptimos a largo plazo, pero requiere de paciencia, dado que puede implicar en un primer momento un aumento de la conducta, es decir, que el perro insista con más intensidad durante un tiempo ante la expectativa de conseguir lo que busca, hasta llegar a la frustración. Si durante ese aumento de los ladridos me acabo rindiendo, habré reforzado aún más la acción y, por tanto, empeorado el problema. Cabe mencionar que existe un tercer tipo de condicionamiento, que es el aprendizaje por imitación, denominado condicionamiento vicario, en el que influyen directamente las emociones y nuestro ejemplo sobre el perro. Debemos tener siempre en cuenta el estado emocional de nuestro perro, y especialmente a la hora de aprender. Es aquí donde entran en juego las emociones. La mejor manera de guiar al perro a un estado emocional durante el aprendizaje es estar nosotros en el estado emocional adecuado.
Es complicado entrenar a nuestros perros en según qué ejercicios y situaciones, por ello uno de los fallos más comunes que observamos es cuando el perro se equivoca con su mejor intención, generalmente ocurre cuando algo no lo tiene claro, es por ello que no es lícito regañarle. Si le llamo y no viene porque no le he enseñado correctamente a venir a la llamada, no puedo regañarle o cuando le pido que suelte la zapatilla sin haberle enseñado previamente a soltar y a respetar mis zapatillas.
En estos casos habrá que hacerle pensar y guiarle a rectificar. Pongamos un ejemplo: si le pido que se tumbe y en lugar de tumbarse me da la pata, se está equivocando; entonces usaré un comando para indicarle que eso no es lo que le estoy pidiendo, que pruebe otra cosa.
En ocasiones nos frustramos a la hora de enseñar a nuestros perros cuando estos no realizan las acciones deseadas, pero en ningún caso es necesario corregir físicamente la conducta de nuestro perro, ni siquiera tocarle. El secreto radica en la actitud. Es fundamental para esto darle siempre una salida positiva en el momento que cesa la acción que no deseamos. En el momento justo que deja de hacer aquello que estaba haciendo y nos molestaba, ya no está haciendo nada malo, por tanto, nuestra actitud debe cambiar instantáneamente a positiva para que note claramente el contraste. Hay que hacerles ver que algunas de sus acciones no son adecuadas y cuando tengamos claro que lo entiende correctamente, podemos pasar a aplicarlo en una situación de clara desobediencia, esto es, cuando estamos totalmente seguros de que el perro conoce un ejercicio a la perfección y desobedece conscientemente.
Es obvio que la relación con nuestro perro no debe depender de una pelota o un paquete de salchichas, por tanto, aunque los utilicemos para motivarlo y guiarle a aprender conductas nuevas, una vez las tiene perfectamente aprendidas deberíamos retirar estos estímulos dando paso al refuerzo social. Este paso se debe dar cuando el perro conoce el ejercicio a la perfección en cualquier situación y nunca antes.